De los primeros trabajos para documentar los asesinatos en Ciudad Juárez, México, fue Señorita extraviada, de Lourdes Portillo, que además se llevó el Gandhi de Oro en el I Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona en 2003. Lo siguiente lo tomé de RebeldeMule.
SINOPSIS
No existe un mejor lugar para matar a una mujer que en Ciudad Juárez, México. En los últimos diez años, cientos de mujeres han desaparecido o han sido encontradas asesinadas en esta ciudad fronteriza. La mayoría de ellas fueron empleadas de maquiladoras o en plantas de ensamblaje de la zona. Solo algunos casos se han solucionado.
Director: Lourdes Portillo
País: México, Estados Unidos
Título original: Señorita extraviada
Idioma original: Español, Inglés
Categoría: Documental
Formato: VHS
Tipo: Color
Duración: 45 m.
Año de Producción: 2001
Señorita extraviada documenta la progresión irracional de los crímenes sistemáticos de cientos de mujeres jóvenes en Ciudad Juárez, Chihuahua, México.
La cifra de mujeres asesinadas, de 1993 a la fecha, rebasa ya las trescientas, y el total de desaparecidas se eleva a quinientas. Detrás de estos crímenes se acumulan miles de casos de hostigamiento sexual, doméstico y laboral, no denunciados, de violencia intrafamiliar no atendida, y sobre todo de una misoginia institucional que magnificada por la prensa local sirve como estímulo a los perpetradores de lo que hoy se conoce ya como un feminicidio. Esta situación criminal se relaciona con la violencia del narcotráfico, el desempleo, y la miseria fronteriza en tiempos de globalización forzada, originando el derrumbe de oportunidades y la contratación de mano de obra femenina (pésimamente remunerada), que desplaza a buena parte de la fuerza laboral masculina.
Lourdes Portillo reúne los testimonios de la frustración y del rencor social, el encono misógino, y el desdeñoso retrato moral de las víctimas (para las autoridades, simples provocadoras "ellas se lo buscaron"). A todo esto opone el perfil de las jóvenes, apenas adolescentes, obligadas a trabajar en turnos de madrugada, expuestas al riesgo urbano de calles mal alumbradas, temerosas siempre, canjeando diariamente seguridad física por supervivencia económica. ¿Qué hacían las "muertas de Juárez" en la calle?, pregunta la prensa local. "No iban precisamente a misa", le responde con sarcasmo un gobernador panista. Vista así, entre la difamación y la caricatura, todo autoriza el ajusticiamiento que es, al mismo tiempo, un mensaje social en tiempos de cambio; el desdén hacia la mala pécora como parte de un programa de saneamiento civil, que incluye a homosexuales y travestis. "Todas son putas", explican las autoridades en Señorita extraviada, o mulas tercas que aún no entienden que la gente decente se pasea de día, y la indecente se expone a todo por andar de noche.
Lourdes Portillo es directa, lacónica, profesional en todo momento; no precisa insistir en lo que está a la vista: la corrupción a todos los niveles, la venalidad de los medios, y el machismo fanfarrón que se ampara en el buen juicio de las autoridades, terrenales o divinas. La realizadora muestra que estos crímenes, sistemáticos, parecidos entre sí, con evidencias de tortura casi todos, no son asunto de nota roja, como se argumenta a la ligera, sino llanamente ejecuciones realizadas con alevosía y saña, producto en cada caso del odio a las mujeres, a las que, se tilda de prostitutas "para así descalificarlas, disminuir el horror de su desaparición y nulificar las averiguaciones" Lo escandaloso es la pasividad de las autoridades, a nivel local y federal, ante estos actos irracionales, y el torrente retórico que disimula mal esa apatía.
Lourdes Portillo nació en Chihuahua y conoce de cerca la situación fronteriza y los saldos de la violencia misógina; estudió y vive en Estados Unidos, donde su labor como documentalista le valió una nominación al Oscar en 1986.
martes, 28 de abril de 2009
domingo, 19 de abril de 2009
jueves, 16 de abril de 2009
El cine anula el papel protagonista de las mujeres de hoy. Entrevista a la escritora Pilar Aguilar
Por María Cobos 21.10.2008
Fuente: Artemisa Noticias/AMECO
Imaginen un cine en el que las mujeres son protagonistas y las historias giran entorno a una jefa del FBI, una científica premio nobel, las rompecorazones son ellas y los que se quedan en casa son sus parejas cuidando a sus descendientes. Es un mundo inexistente en las películas, llenas de estereotipos trasnochados y que no reflejan la vida de las mujeres de hoy. Pilar Aguilar lleva muchos años investigando, analizando y escribiendo sobre la imagen y la narración audiovisual en el cine desde una perspectiva feminista. Dialogamos con ella.
Pilar Aguilar, escritora de libros como ''Mujer, amor y sexo en el cine español de los 90'', profesora de talleres y ponente en numerosas conferencias sobre la presencia de las mujeres en el cine, estudió ciencias cinematográficas y audiovisuales en Francia y lleva muchos años investigando sobre la imagen y la narración audiovisual en el cine desde una perspectiva feminista.
En los cursos que imparte analiza fragmentos de películas al detalle para ilustrar sobre los estereotipos más recurrentes en lo que se refiere a la imagen de hombres y mujeres en el celuloide. El cine presenta generalmente a la mujer como la tonta-guapa, la madre sacrificada, el reposo del guerrero, la seductora-fatal o la mujer masculinizada.
- ¿Cómo estamos consideradas las mujeres en el cine en general y en el de España en particular?
- Mal, de entrada el cine no nos considera, o nos considera todavía de una manera muy pálida en comparación de cómo trata a los hombres. Las mujeres siguen siendo protagonistas de muy pocas películas y eso es muy importante socialmente porque el protagonista es el que centraliza toda la acción, todo lo que ocurre en la película, todas las demás relaciones, lazos y los temas que se desarrollan están en función del personaje principal.
Al ser mayoritariamente hombres los que protagonizan películas extranjeras y españolas, lo que nos están diciendo, no olvidemos que este es un relato socialmente compartido, es que ellos siguen siendo los seres dignos de encarnar esas historias que a todos nos afectan y que son modelos para todos y que sirven de distracción, de pensamiento y lo que sea; además eso trae otras consecuencias como por ejemplo que las mujeres que aparecen en esas historias protagonizadas por hombres son en tanto en cuanto el protagonista masculino las elige, las mujeres son un ser vicario que debe ser elegida para tener existencia y los temas que afectan más a la cultura, tradiciones y habilidades masculinas están sobrevalorados; mientras que todo lo ligado al mundo femenino está subrepresentado.
Que no seamos protagonistas es como una anulación simbólica de las mujeres; está el cómo estamos representadas las mujeres y qué papeles tienen dentro de la acción. Concretamente en el cine español de los años 90 hay muchas más figuras de hombres que de mujeres, y la inmensa mayoría de los papeles de ellas aparece como prostitutas, víctimas y similares.
Otra cuestión es que las mujeres nunca dirigen las oficinas de abogados, los hospitales, o por ejemplo, en la serie Aída los espacios públicos, los negocios del bar y el supermercado los llevan los hombres, eso sin entrar en las valoraciones que se hacen y dicen sobre las mujeres.
- ¿Cómo cree qué influyen los estereotipos del cine en el imaginario colectivo?
- Influye muchísimo porque el asunto es que hoy en día las mujeres hemos avanzado y hemos conseguido conquistar la conciencia de nuestra igualdad. Hoy las jóvenes, por ejemplo, no aceptan explícitamente que se las minusvalore y se las llames seres subalternos. Es decir, tenemos la conciencia y en las leyes está estipulada la igualdad, sin embargo el sentimiento, las emociones que acompañan a todo eso que son importantes a la hora de pactar con tu entorno y hacer tu guión de vida en el sentido de hasta qué punto tengo que ceder, a qué me atrevo y de qué me asusto… esto sigue estando muy modelado por la imagen, un lenguaje que apela a las emociones
Nos encontramos con una contradicción y es que los jóvenes reciben un discurso explícito que les habla de igualdad y por otro reciben una educación emocional, a través de las imágenes y el cine, que les habla de otra cosa; por ejemplo, de que ellos son los que resuelven, los que saben, los que toman la iniciativa, son los más listos y siempre van acompañados por mujeres espectaculares y torpes en muchos casos.
Estas disfunciones y contradicciones crean en la juventud mucha agresividad porque no ayuda a los muchachos a elaborar una masculinidad equilibrada. Ellos se encuentran con esos relatos que les dicen: tú por ser hombre ya eres lo más, y luego en la práctica se encuentran con chicas que saben tanto o más que ellos y más listas… eso crea una mala estructura psicológica y crea muchos problemas de agresividad hacia las mujeres.
- ¿Se puede afirmar que hay machismo en el cine tanto en lo visual como en el lenguaje cinematográfico?
- Sí, aquí lo importante es lo visual porque muchas veces en las películas te dicen una cosa y se ve otra, pero lo que importa es lo que se ve porque, además, es lo que creemos de verdad. Hay múltiples experiencias de este tema, siempre te quedas con lo que ves.
A las mujeres visualmente se las menosprecia, se las cosifica; por ejemplo, en el caso de Pretty Woman en los primeros minutos presentan a los dos personajes: a él lo vemos como a una persona atractiva, inteligente, lista, culta, poderosa… a ella, sin embargo, la presentan fraccionada, con planos de su cuerpo como si fuera un conjunto de trozos de carne, no la vemos la cara hasta mucho después; primero nos enseñan las nalgas, sigue con el pecho, las manos, las botas… como persona nos aparece en varios planos más tarde, es como si estuvieras en una carnicería comprando chuletas de cordero. Este fraccionamiento del cuerpo se hace mucho con las mujeres, este sustituir su ser persona por su cuerpo estructurado en trozos espectaculares es un menosprecio, una agresión y una violencia contra las mujeres considerable que no nos paramos a pensarlo pero esta ahí.
- ¿Conoce algunas películas políticamente correctas?
- Creo que hay películas interesantes, no se trata de que necesitemos películas que nos digan lo divinas y maravillosas que somos. Necesitamos películas y relatos que sean socialmente compartidos que hablen de verdad de las mujeres y que presenten sus contradicciones, sus problemas y los pozos negros que también tenemos, en definitiva, se trata de que no se explique a las mujeres en función de la mirada del otro, de un ser externo que nos define, sino por nosotras mismas.
El cine es muy variado, me parece interesante, por ejemplo, Mataharis de Icíar Bollaín, son tres mujeres que te las crees. Casi todas las películas que hacen mujeres son interesantes.
En el cine español acabamos de hacer un análisis y es espectacular todavía lo lejos que están de la realidad las películas realizadas por hombres con la violencia y lo permisivos que son.
Hay películas muy interesantes de hombres realizadores como la rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días de Cristian Mungiu o la española La soledad de Jaime Rosales.
- ¿Se puede dar la paradoja de un cine realizado por mujeres que reincida en los estereotipos del cine sexista?
- Que seas una mujer directora no significa que tengas la clarividencia absoluta porque todos pertenecemos a una cultura que nos modela y con el tiempo y la experiencia vas adquiriendo un distanciamiento crítico. Nadie está al margen de la cultura en la que estamos inmersos. Lo que sí está claro es que las mujeres tienen una experiencia fuerte que está más allá de lo explicito, es muy raro que una directora trate una violación como un asunto divertido. Mientras que en el cine español una violación se considera divertida en una inmensa mayoría de películas realizadas por los hombres; entre ellas la de Átame de Almodóvar.
La exigencia del feminismo es que las mujeres tengan unos papeles en el cine acordes con la vida real y en sus múltiples variedades y situaciones. Se está avanzando pero es porque las mujeres lo estamos peleando constantemente.
- ¿Cree que el cine realizado por mujeres esta bien promocionado y distribuido?
- No es que yo lo crea es que no está bien promocionado. Una película como Princesas de Fernando León de Aranoa que cuesta más de 4 millones de euros y se gastan otros tantos en promocionarla antes del estreno. Sin embargo, una película como Te doy mis ojos de Icíar Bollaín cuesta bastante menos y no se gastan nada en promocionarla. A medida que recaudaba en taquilla fue cuando invirtieron algo en publicidad.
Se parte con una desigualdad brutal, las directoras que ya han demostrado solvencia, que tienen numerosas películas, que han recibido premios y con un público sólido, los productores, cada vez que presentan un nuevo proyecto, las racanean y las ningunean. A igual éxito de taquilla ellas van a tener más problemas de financiación que ellos para el siguiente proyecto cinematográfico.
- ¿Se puede hablar de una evolución a mejor de la representación de las mujeres en el cine desde Buster Keaton a la actualidad?
- Yo creo que sí, pero no tanto como cabía esperar. El cine va muy por detrás de la vida y muy por detrás de la literatura. Hay mucha menos presencia de mujeres en el cine que en la literatura.
Hay cosas asombrosas, por ejemplo, coges una escena de El maquinista de la General de Keaton, otras películas recientes como Días contados y 7 días y 7 noches de Harrison Ford y encuentras similitudes sorprendentes entre las tres escenas. Ha cambiado lo epidérmico pero el núcleo de significado misógino persiste, en una de ellas, una es una ejecutiva y la otra es una ama de casa pero son igualmente locas las dos y actúan por criterios irracionales.
Fuente: Artemisa Noticias/AMECO
Imaginen un cine en el que las mujeres son protagonistas y las historias giran entorno a una jefa del FBI, una científica premio nobel, las rompecorazones son ellas y los que se quedan en casa son sus parejas cuidando a sus descendientes. Es un mundo inexistente en las películas, llenas de estereotipos trasnochados y que no reflejan la vida de las mujeres de hoy. Pilar Aguilar lleva muchos años investigando, analizando y escribiendo sobre la imagen y la narración audiovisual en el cine desde una perspectiva feminista. Dialogamos con ella.
Pilar Aguilar, escritora de libros como ''Mujer, amor y sexo en el cine español de los 90'', profesora de talleres y ponente en numerosas conferencias sobre la presencia de las mujeres en el cine, estudió ciencias cinematográficas y audiovisuales en Francia y lleva muchos años investigando sobre la imagen y la narración audiovisual en el cine desde una perspectiva feminista.
En los cursos que imparte analiza fragmentos de películas al detalle para ilustrar sobre los estereotipos más recurrentes en lo que se refiere a la imagen de hombres y mujeres en el celuloide. El cine presenta generalmente a la mujer como la tonta-guapa, la madre sacrificada, el reposo del guerrero, la seductora-fatal o la mujer masculinizada.
- ¿Cómo estamos consideradas las mujeres en el cine en general y en el de España en particular?
- Mal, de entrada el cine no nos considera, o nos considera todavía de una manera muy pálida en comparación de cómo trata a los hombres. Las mujeres siguen siendo protagonistas de muy pocas películas y eso es muy importante socialmente porque el protagonista es el que centraliza toda la acción, todo lo que ocurre en la película, todas las demás relaciones, lazos y los temas que se desarrollan están en función del personaje principal.
Al ser mayoritariamente hombres los que protagonizan películas extranjeras y españolas, lo que nos están diciendo, no olvidemos que este es un relato socialmente compartido, es que ellos siguen siendo los seres dignos de encarnar esas historias que a todos nos afectan y que son modelos para todos y que sirven de distracción, de pensamiento y lo que sea; además eso trae otras consecuencias como por ejemplo que las mujeres que aparecen en esas historias protagonizadas por hombres son en tanto en cuanto el protagonista masculino las elige, las mujeres son un ser vicario que debe ser elegida para tener existencia y los temas que afectan más a la cultura, tradiciones y habilidades masculinas están sobrevalorados; mientras que todo lo ligado al mundo femenino está subrepresentado.
Que no seamos protagonistas es como una anulación simbólica de las mujeres; está el cómo estamos representadas las mujeres y qué papeles tienen dentro de la acción. Concretamente en el cine español de los años 90 hay muchas más figuras de hombres que de mujeres, y la inmensa mayoría de los papeles de ellas aparece como prostitutas, víctimas y similares.
Otra cuestión es que las mujeres nunca dirigen las oficinas de abogados, los hospitales, o por ejemplo, en la serie Aída los espacios públicos, los negocios del bar y el supermercado los llevan los hombres, eso sin entrar en las valoraciones que se hacen y dicen sobre las mujeres.
- ¿Cómo cree qué influyen los estereotipos del cine en el imaginario colectivo?
- Influye muchísimo porque el asunto es que hoy en día las mujeres hemos avanzado y hemos conseguido conquistar la conciencia de nuestra igualdad. Hoy las jóvenes, por ejemplo, no aceptan explícitamente que se las minusvalore y se las llames seres subalternos. Es decir, tenemos la conciencia y en las leyes está estipulada la igualdad, sin embargo el sentimiento, las emociones que acompañan a todo eso que son importantes a la hora de pactar con tu entorno y hacer tu guión de vida en el sentido de hasta qué punto tengo que ceder, a qué me atrevo y de qué me asusto… esto sigue estando muy modelado por la imagen, un lenguaje que apela a las emociones
Nos encontramos con una contradicción y es que los jóvenes reciben un discurso explícito que les habla de igualdad y por otro reciben una educación emocional, a través de las imágenes y el cine, que les habla de otra cosa; por ejemplo, de que ellos son los que resuelven, los que saben, los que toman la iniciativa, son los más listos y siempre van acompañados por mujeres espectaculares y torpes en muchos casos.
Estas disfunciones y contradicciones crean en la juventud mucha agresividad porque no ayuda a los muchachos a elaborar una masculinidad equilibrada. Ellos se encuentran con esos relatos que les dicen: tú por ser hombre ya eres lo más, y luego en la práctica se encuentran con chicas que saben tanto o más que ellos y más listas… eso crea una mala estructura psicológica y crea muchos problemas de agresividad hacia las mujeres.
- ¿Se puede afirmar que hay machismo en el cine tanto en lo visual como en el lenguaje cinematográfico?
- Sí, aquí lo importante es lo visual porque muchas veces en las películas te dicen una cosa y se ve otra, pero lo que importa es lo que se ve porque, además, es lo que creemos de verdad. Hay múltiples experiencias de este tema, siempre te quedas con lo que ves.
A las mujeres visualmente se las menosprecia, se las cosifica; por ejemplo, en el caso de Pretty Woman en los primeros minutos presentan a los dos personajes: a él lo vemos como a una persona atractiva, inteligente, lista, culta, poderosa… a ella, sin embargo, la presentan fraccionada, con planos de su cuerpo como si fuera un conjunto de trozos de carne, no la vemos la cara hasta mucho después; primero nos enseñan las nalgas, sigue con el pecho, las manos, las botas… como persona nos aparece en varios planos más tarde, es como si estuvieras en una carnicería comprando chuletas de cordero. Este fraccionamiento del cuerpo se hace mucho con las mujeres, este sustituir su ser persona por su cuerpo estructurado en trozos espectaculares es un menosprecio, una agresión y una violencia contra las mujeres considerable que no nos paramos a pensarlo pero esta ahí.
- ¿Conoce algunas películas políticamente correctas?
- Creo que hay películas interesantes, no se trata de que necesitemos películas que nos digan lo divinas y maravillosas que somos. Necesitamos películas y relatos que sean socialmente compartidos que hablen de verdad de las mujeres y que presenten sus contradicciones, sus problemas y los pozos negros que también tenemos, en definitiva, se trata de que no se explique a las mujeres en función de la mirada del otro, de un ser externo que nos define, sino por nosotras mismas.
El cine es muy variado, me parece interesante, por ejemplo, Mataharis de Icíar Bollaín, son tres mujeres que te las crees. Casi todas las películas que hacen mujeres son interesantes.
En el cine español acabamos de hacer un análisis y es espectacular todavía lo lejos que están de la realidad las películas realizadas por hombres con la violencia y lo permisivos que son.
Hay películas muy interesantes de hombres realizadores como la rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días de Cristian Mungiu o la española La soledad de Jaime Rosales.
- ¿Se puede dar la paradoja de un cine realizado por mujeres que reincida en los estereotipos del cine sexista?
- Que seas una mujer directora no significa que tengas la clarividencia absoluta porque todos pertenecemos a una cultura que nos modela y con el tiempo y la experiencia vas adquiriendo un distanciamiento crítico. Nadie está al margen de la cultura en la que estamos inmersos. Lo que sí está claro es que las mujeres tienen una experiencia fuerte que está más allá de lo explicito, es muy raro que una directora trate una violación como un asunto divertido. Mientras que en el cine español una violación se considera divertida en una inmensa mayoría de películas realizadas por los hombres; entre ellas la de Átame de Almodóvar.
La exigencia del feminismo es que las mujeres tengan unos papeles en el cine acordes con la vida real y en sus múltiples variedades y situaciones. Se está avanzando pero es porque las mujeres lo estamos peleando constantemente.
- ¿Cree que el cine realizado por mujeres esta bien promocionado y distribuido?
- No es que yo lo crea es que no está bien promocionado. Una película como Princesas de Fernando León de Aranoa que cuesta más de 4 millones de euros y se gastan otros tantos en promocionarla antes del estreno. Sin embargo, una película como Te doy mis ojos de Icíar Bollaín cuesta bastante menos y no se gastan nada en promocionarla. A medida que recaudaba en taquilla fue cuando invirtieron algo en publicidad.
Se parte con una desigualdad brutal, las directoras que ya han demostrado solvencia, que tienen numerosas películas, que han recibido premios y con un público sólido, los productores, cada vez que presentan un nuevo proyecto, las racanean y las ningunean. A igual éxito de taquilla ellas van a tener más problemas de financiación que ellos para el siguiente proyecto cinematográfico.
- ¿Se puede hablar de una evolución a mejor de la representación de las mujeres en el cine desde Buster Keaton a la actualidad?
- Yo creo que sí, pero no tanto como cabía esperar. El cine va muy por detrás de la vida y muy por detrás de la literatura. Hay mucha menos presencia de mujeres en el cine que en la literatura.
Hay cosas asombrosas, por ejemplo, coges una escena de El maquinista de la General de Keaton, otras películas recientes como Días contados y 7 días y 7 noches de Harrison Ford y encuentras similitudes sorprendentes entre las tres escenas. Ha cambiado lo epidérmico pero el núcleo de significado misógino persiste, en una de ellas, una es una ejecutiva y la otra es una ama de casa pero son igualmente locas las dos y actúan por criterios irracionales.
lunes, 30 de marzo de 2009
¿Por qué no hay más mujeres directoras de cine? Entrevista a la cineasta española Inés París
Por María Cobos
Fuente: AMECO Press
Es la pregunta que intenta responder en esta entrevista la cineasta española Inés París, directora y guionista de películas como “Miguel y William” (2007), “Semen, una historia de amor” (2005); “A mi madre le gustan las mujeres” (2002) y “A mí quien me manda meterme en esto” (1997). Actualmente preside la Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales (CIMA) cargo que ejerce en defensa de la visibilización de las mujeres creadoras y su obra.
La dirección en cine no es distinta a otras profesiones. También existe el llamado techo de cristal, el acceso a los puestos de poder y decisión sigue estando vetado a las mujeres. Además esta profesión tiene unas características que dificultan que las mujeres quieran dedicarse a ella.
Por un lado, las dificultades de conciliación de la vida laboral y familiar. Es una profesión en el que la conciliación es objetivamente difícil; además, del añadido, de toda la mitología de la enorme dificultad que tiene ser director de cine. Y cuando las mujeres eligen una profesión normalmente tienden a no elegir aquellas profesiones que las obliguen a sacrificar sus vidas privadas. Además, el acceso a la dirección en cine se suele hacer en la treintena, y las mujeres accedemos más tarde que los hombres, con lo cual, las mujeres podemos dirigir nuestra primera película con treinta y bastantes años de media, en el momento en que las mujeres están teniendo hijos.
Por otro lado, es una profesión que precisa unas características de confianza en uno mismo y de liderazgo ya que tampoco esta sociedad las facilita en la educación de las mujeres y en los mensajes que recibimos. En los hombres estas capacidades están más desarrolladas y potenciadas.
Por último, es una profesión que exige una preparación muy técnica, el lenguaje audiovisual es complejo y cuando se exige un lenguaje con cierta complejidad, las mujeres quedan excluidas de esas profesiones.
Otro problema es que tal y cómo están organizadas las instituciones de las que depende esta profesión, desde las escuelas de enseñanza, pasando por la crítica de cine, no están preparadas ni decididas para ayudar a las mujeres sino más bien que son de bloqueo al acceso de las mujeres a la dirección.
Inés París es una directora de éxito que anima a otras mujeres a dirigir y considera que en España es complicado tanto para los hombres como para las mujeres, aunque en el caso de éstas la cosa se agrava.
- ¿Cree en la formación de las escuelas de cine o en las directoras autodidactas?
- Hay de todo. Una de las obligaciones de las escuelas de cine es potenciar y cuidar que haya estudiantes. Me llamó la atención que en Francia hay una gran cantidad de mujeres realizadoras, más en televisión que en cine; y eso se debe exclusivamente a que en la escuela de cine francesa se obligó a que hubiese paridad, el mismo número de alumnos que de alumnas. Las escuelas deberían ayudar en lo posible y desde luego que los jurados de cine fuesen paritarios.
- ¿Cómo está en la actualidad el mundo de las mujeres cineastas? ¿Hay muchas, pocas, las que hay no pueden hacer su cine?
- En el año 2006 se produjeron 150 largometrajes y sólo 7 fueron dirigidos por mujeres. Somos muy pocas tanto en dirección, como en producción y en escritura. Raramente se supera el 20%; en general, diría que estamos entre el 10 y el 15%.
Cuando las mujeres faltan en el terreno del arte o de la ciencia hay dos explicaciones, unos que consideran que los genios nacen, crecen y crean al margen de las circunstancias sociales; si esto fuera así, las mujeres no estaríamos dotadas para la creación. Creo que los artistas son también un producto social y ser o no ser creador tiene que ver con la educación que se ha recibido y con las instituciones.
El tema de que no hayan mujeres directoras, y en general, menos creadoras que los hombres, tiene que ver con que vivimos en una sociedad patriarcal y machista donde la educación que reciben las mujeres no las prepara para ser creadoras; y las instituciones sirven de bloqueo en vez de ser una puerta de entrada.
Hay trato discriminatorio en la crítica de cine
¿Cómo se puede promocionar el cine de mujeres?
Lo principal es que se hagan películas y que las mujeres tengan buenos presupuestos. También que hayan comisiones paritarias que a la hora de juzgar las productoras y las televisiones qué películas se van a producir o de cuáles se van a comprar los derechos haya mujeres leyendo proyectos porque hemos comprobado que por su temática, hay proyectos que no interesan a los hombres.
Para promocionar ese cine, primero, más mujeres leyendo proyectos en las comisiones; segundo, que el estado se comprometa con ayudas a que las mujeres también podemos contar historias y crear imágenes porque eso no es un problema de las mujeres, es del todo país, que la creación del cine y la televisión esté en manos masculinas; tercero, que las mujeres tengan buenos presupuestos, buena distribución, que haya mujeres críticas de cine, porque también hemos comprobado que hay un trato discriminatorio en la crítica. Si el mundo de la cultura y la cinematografía no fuera un mundo tan machista, sino un mundo en el que se valorase la obra de las mujeres habría inmediatamente más mujeres creadoras.
¿Cree en las subvenciones al cine?
Rotundamente sí. En España tenemos una ley magnifica que es la Ley de Igualdad y que debería ser aplicada en todos los terrenos. Es una Ley producto de una preocupación social importante como es la exclusión de un sector de la población en la toma de decisiones. Esta Ley intenta corregirlos.
Se sabe que únicamente consiguiendo las ayudas a la creación femenina, a la investigación femenina… con todos esos mecanismos políticos permitirán que se transforme esta situación. Sí creo en las políticas de cuotas y en que tiene que existir paridad en los órganos de decisión.
La Ley del Cine se aprobó el pasado jueves ¿está de acuerdo con ella?
Desde CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales, hemos apoyado la Ley del Cine en lo que se refiere a la problemática de las mujeres porque por primera vez la Ley contempla las ayudas a la creación. Esto es que la Dirección General del Cine va a tener en cuenta y va a puntuar un proyecto cuando es dirigido por una mujer; al igual que puntúa que sea un nuevo realizador. La Ley sí tiene en cuenta a las mujeres, aunque se podrían hacer muchas más cosas.
Como Presidenta de CIMA, ¿tiene conocimiento de la promoción del cine de mujeres que se hace desde otros países?
Desde CIMA nos queda mucho por investigar y estudiar. Vivimos en un mundo patriarcal y la invisibilidad de mujeres cineastas es un fenómeno generalizado. La industria del cine es muy poderosa económicamente y también para la transmisión de ideologías y las mujeres ahí estamos excluidas en todo el mundo. Es un fenómeno contradictorio porque hay un enorme interés por la producción femenina, las obras que hacen las mujeres son cada vez más interesantes, más vistas y tienen más éxito. También se da la circunstancia de que las mujeres son las que más leen, las que más van al cine y las que más se interesan por la cultura en todo el mundo.
Es una situación contradictoria, lo lógico sería, incluso por el bien económico de la industria, que las mujeres tuviesen más acceso a la dirección. Lo que sí hay en los países anglosajones es una gran tradición asociacionista, existen grupos de mujeres con mucho poder como la Woman in Film and Television que existe en Inglaterra y Estados Unidos. En Europa no tenemos esa tradición y desde CIMA queremos crear espacios para las mujeres cineastas, vamos a crearlo con todos los medios, asociándonos y animando a las mujeres a que sean creadoras de historias e imágenes.
Yo y muchas directoras nos sentimos excluidas, maltratadas en los medios de comunicación y sentimos que tenemos que pelear en un mundo con muchos prejuicios, tenemos una fuerza enorme y no estoy de acuerdo con aquello de que por ser mujeres tenemos que rendirnos; pues no me da la gana, creo que tengo muchas cosas que contar y quiero hacerlo y animo a otras a que lo hagan igual que yo.
A CIMA se pueden unir mujeres productoras, directoras, guionistas de cine y televisión; jefes de equipo y mujeres de los medios de comunicación. Dentro de un año, el colectivo realizará un encuentro internacional de cine y su objetivo prioritario es negociar y discutir con las televisiones e instituciones para que den paso a los productos desarrollados por las mujeres cineastas.
Fuente: AMECO Press
Es la pregunta que intenta responder en esta entrevista la cineasta española Inés París, directora y guionista de películas como “Miguel y William” (2007), “Semen, una historia de amor” (2005); “A mi madre le gustan las mujeres” (2002) y “A mí quien me manda meterme en esto” (1997). Actualmente preside la Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales (CIMA) cargo que ejerce en defensa de la visibilización de las mujeres creadoras y su obra.
La dirección en cine no es distinta a otras profesiones. También existe el llamado techo de cristal, el acceso a los puestos de poder y decisión sigue estando vetado a las mujeres. Además esta profesión tiene unas características que dificultan que las mujeres quieran dedicarse a ella.
Por un lado, las dificultades de conciliación de la vida laboral y familiar. Es una profesión en el que la conciliación es objetivamente difícil; además, del añadido, de toda la mitología de la enorme dificultad que tiene ser director de cine. Y cuando las mujeres eligen una profesión normalmente tienden a no elegir aquellas profesiones que las obliguen a sacrificar sus vidas privadas. Además, el acceso a la dirección en cine se suele hacer en la treintena, y las mujeres accedemos más tarde que los hombres, con lo cual, las mujeres podemos dirigir nuestra primera película con treinta y bastantes años de media, en el momento en que las mujeres están teniendo hijos.
Por otro lado, es una profesión que precisa unas características de confianza en uno mismo y de liderazgo ya que tampoco esta sociedad las facilita en la educación de las mujeres y en los mensajes que recibimos. En los hombres estas capacidades están más desarrolladas y potenciadas.
Por último, es una profesión que exige una preparación muy técnica, el lenguaje audiovisual es complejo y cuando se exige un lenguaje con cierta complejidad, las mujeres quedan excluidas de esas profesiones.
Otro problema es que tal y cómo están organizadas las instituciones de las que depende esta profesión, desde las escuelas de enseñanza, pasando por la crítica de cine, no están preparadas ni decididas para ayudar a las mujeres sino más bien que son de bloqueo al acceso de las mujeres a la dirección.
Inés París es una directora de éxito que anima a otras mujeres a dirigir y considera que en España es complicado tanto para los hombres como para las mujeres, aunque en el caso de éstas la cosa se agrava.
- ¿Cree en la formación de las escuelas de cine o en las directoras autodidactas?
- Hay de todo. Una de las obligaciones de las escuelas de cine es potenciar y cuidar que haya estudiantes. Me llamó la atención que en Francia hay una gran cantidad de mujeres realizadoras, más en televisión que en cine; y eso se debe exclusivamente a que en la escuela de cine francesa se obligó a que hubiese paridad, el mismo número de alumnos que de alumnas. Las escuelas deberían ayudar en lo posible y desde luego que los jurados de cine fuesen paritarios.
- ¿Cómo está en la actualidad el mundo de las mujeres cineastas? ¿Hay muchas, pocas, las que hay no pueden hacer su cine?
- En el año 2006 se produjeron 150 largometrajes y sólo 7 fueron dirigidos por mujeres. Somos muy pocas tanto en dirección, como en producción y en escritura. Raramente se supera el 20%; en general, diría que estamos entre el 10 y el 15%.
Cuando las mujeres faltan en el terreno del arte o de la ciencia hay dos explicaciones, unos que consideran que los genios nacen, crecen y crean al margen de las circunstancias sociales; si esto fuera así, las mujeres no estaríamos dotadas para la creación. Creo que los artistas son también un producto social y ser o no ser creador tiene que ver con la educación que se ha recibido y con las instituciones.
El tema de que no hayan mujeres directoras, y en general, menos creadoras que los hombres, tiene que ver con que vivimos en una sociedad patriarcal y machista donde la educación que reciben las mujeres no las prepara para ser creadoras; y las instituciones sirven de bloqueo en vez de ser una puerta de entrada.
Hay trato discriminatorio en la crítica de cine
¿Cómo se puede promocionar el cine de mujeres?
Lo principal es que se hagan películas y que las mujeres tengan buenos presupuestos. También que hayan comisiones paritarias que a la hora de juzgar las productoras y las televisiones qué películas se van a producir o de cuáles se van a comprar los derechos haya mujeres leyendo proyectos porque hemos comprobado que por su temática, hay proyectos que no interesan a los hombres.
Para promocionar ese cine, primero, más mujeres leyendo proyectos en las comisiones; segundo, que el estado se comprometa con ayudas a que las mujeres también podemos contar historias y crear imágenes porque eso no es un problema de las mujeres, es del todo país, que la creación del cine y la televisión esté en manos masculinas; tercero, que las mujeres tengan buenos presupuestos, buena distribución, que haya mujeres críticas de cine, porque también hemos comprobado que hay un trato discriminatorio en la crítica. Si el mundo de la cultura y la cinematografía no fuera un mundo tan machista, sino un mundo en el que se valorase la obra de las mujeres habría inmediatamente más mujeres creadoras.
¿Cree en las subvenciones al cine?
Rotundamente sí. En España tenemos una ley magnifica que es la Ley de Igualdad y que debería ser aplicada en todos los terrenos. Es una Ley producto de una preocupación social importante como es la exclusión de un sector de la población en la toma de decisiones. Esta Ley intenta corregirlos.
Se sabe que únicamente consiguiendo las ayudas a la creación femenina, a la investigación femenina… con todos esos mecanismos políticos permitirán que se transforme esta situación. Sí creo en las políticas de cuotas y en que tiene que existir paridad en los órganos de decisión.
La Ley del Cine se aprobó el pasado jueves ¿está de acuerdo con ella?
Desde CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales, hemos apoyado la Ley del Cine en lo que se refiere a la problemática de las mujeres porque por primera vez la Ley contempla las ayudas a la creación. Esto es que la Dirección General del Cine va a tener en cuenta y va a puntuar un proyecto cuando es dirigido por una mujer; al igual que puntúa que sea un nuevo realizador. La Ley sí tiene en cuenta a las mujeres, aunque se podrían hacer muchas más cosas.
Como Presidenta de CIMA, ¿tiene conocimiento de la promoción del cine de mujeres que se hace desde otros países?
Desde CIMA nos queda mucho por investigar y estudiar. Vivimos en un mundo patriarcal y la invisibilidad de mujeres cineastas es un fenómeno generalizado. La industria del cine es muy poderosa económicamente y también para la transmisión de ideologías y las mujeres ahí estamos excluidas en todo el mundo. Es un fenómeno contradictorio porque hay un enorme interés por la producción femenina, las obras que hacen las mujeres son cada vez más interesantes, más vistas y tienen más éxito. También se da la circunstancia de que las mujeres son las que más leen, las que más van al cine y las que más se interesan por la cultura en todo el mundo.
Es una situación contradictoria, lo lógico sería, incluso por el bien económico de la industria, que las mujeres tuviesen más acceso a la dirección. Lo que sí hay en los países anglosajones es una gran tradición asociacionista, existen grupos de mujeres con mucho poder como la Woman in Film and Television que existe en Inglaterra y Estados Unidos. En Europa no tenemos esa tradición y desde CIMA queremos crear espacios para las mujeres cineastas, vamos a crearlo con todos los medios, asociándonos y animando a las mujeres a que sean creadoras de historias e imágenes.
Yo y muchas directoras nos sentimos excluidas, maltratadas en los medios de comunicación y sentimos que tenemos que pelear en un mundo con muchos prejuicios, tenemos una fuerza enorme y no estoy de acuerdo con aquello de que por ser mujeres tenemos que rendirnos; pues no me da la gana, creo que tengo muchas cosas que contar y quiero hacerlo y animo a otras a que lo hagan igual que yo.
A CIMA se pueden unir mujeres productoras, directoras, guionistas de cine y televisión; jefes de equipo y mujeres de los medios de comunicación. Dentro de un año, el colectivo realizará un encuentro internacional de cine y su objetivo prioritario es negociar y discutir con las televisiones e instituciones para que den paso a los productos desarrollados por las mujeres cineastas.
domingo, 15 de marzo de 2009
"La mujer sin cabeza"
La mujer que nunca estuvo
Por Daniela Vilaboa 12.9.2008
Fuente: Artemisa Noticias/Leercine.com.ar
El tercer largometraje de la realizadora salteña Lucrecia Martel, La mujer sin cabeza, presentado recientemente en el Festival de Cannes, explora, como los films anteriores, el mismo universo de personajes atribulados. El gran dominio del lenguaje cinematográfico del que hace alarde la directora es quizás su característica más saliente y la razón por la cual se puede decir que es una de las mejores realizadoras que posee el cine nacional actual. Aquí un breve intento de análisis de algunos elementos presentes tanto en ésta como en sus otras obras.
Si se piensa que aquello que en definitiva diferencia (y por ende, legitima) la actividad de un arqueólogo de la de un profanador de tumbas es el tiempo, se podría pensar entonces que el cine de la directora salteña Lucrecia Martel es el resultado de un fino trabajo de arqueología.
Desde su prometedor corto Rey muerto en Historias Breves, pasando luego por sus largometrajes: La ciénaga y La niña santa, hasta su último film La mujer sin cabeza, Martel ha sabido elaborar su trabajo con precisión arqueológica. Ha elegido un territorio, ha delimitado su terreno y se ha lanzado a explorar un modelo de grupo humano en un momento determinado. El resultado de tamaña tarea es una obra que brilla tanto por su coherencia interna como por su capacidad para representar la variedad de matices de toda una sociedad.
En la época precolombina, la extensión de lo que hoy es la provincia de Salta formaba parte del Imperio Inca, una civilización que consideraba la naturaleza como sagrada, en particular las montañas, pues se creía que éstas eran dioses protectores de las comunidades. En sus cimas se oficiaban ceremonias religiosas en las que se sacrificaban niños, especialmente escogidos por su belleza física, en pos de estrechar los lazos entre los hombres y las deidades. En el año 1999, una expedición dirigida por un investigador norteamericano alcanzó la cumbre del volcán Llullaillaco, a 6.730 mts. sobre el nivel del mar. Allí hallaron tres tumbas con los cuerpos congelados de tres pequeños que habían sido ofrendados cinco siglos atrás y que, por las condiciones climáticas del lugar, se encontraban en perfecto estado de conservación. Junto a ellos se encontraron también cincuenta piezas que conformaban su universo en miniatura. El gobierno provincial ordenó entonces construir un museo exclusivamente destinado a dar cobijo y cuidada exhibición a los cuerpos de los que se conocen como ''Los niños del Llullaillaco''.
¿Cuál es la relación entre esta anécdota, que nos remonta a los orígenes incaicos del pueblo salteño, y el cine de Lucrecia Martel? La respuesta es tan simple como compleja: la importancia del cuerpo como reservorio del tiempo.
En las sociedades pequeñas, en donde los lazos sociales endogámicos se tensan hasta rozar lo incestuoso, el cuerpo cobra singular importancia, tanto por su materialidad como por su ausencia. En sus tres películas, Martel hace foco en esa representación corporal al exponer a sus personajes a deseos, goces y padecimientos físicos, todos imbricados de una fuerte dosis de endogamia. Una mujer que atraviesa la decadencia de su cuerpo aferrada al alcohol (en La ciénaga), una mujer divorciada y sola que comienza a padecer ciertos signos de sordera (en La niña santa), una mujer infiel (Verónica) que sufre un accidente y ''pierde la cabeza'' (en La mujer sin cabeza), más toda una gama de personajes secundarios a los que les pesa su cuerpo (una joven que intenta reprimir el deseo entregándose a la religión, una adolescente que sucumbe al erotismo lésbico pero que no puede mover su cuerpo porque padece hepatitis, etc). Esta presencia física, por momentos agobiante, tiene su correlato también cuando el cuerpo está ausente: tanto el niño que muere en La ciénaga, como el que es ''atropellado'' en La mujer sin cabeza están representados en el film por su ausencia. Martel ''sacrifica'' los cuerpos pero se abstiene de mostrarlos en un ejercicio de sublime pudor cinematográfico, casi como si de un ritual religioso se tratara. Su capacidad para dosificar esa ''mostración'' física es directamente proporcional a la que posee para manipular los materiales cinematográficos. Martel utiliza la cámara con maestría, sabe cuándo, cómo y hasta dónde iluminar un cuerpo en el plano. Su intensidad narrativa está prácticamente concentrada en ello. Por eso también puede darse cuenta cuándo prescindir de su presencia por completo o cuándo simplemente evocarlo apenas con una huella (en el comienzo de La mujer sin cabeza, en el vidrio de la ventanilla que conduce el personaje de Verónica se pueden observar las marcas de dos manos pequeñas, el indicio de que un niño pasó por allí pero ya no está).
Esta particular decisión autoral que toma Martel, de otorgarle trascendencia a los cuerpos en sus películas, está vinculada también a dar cuenta del tiempo, pues si es en el cuerpo en donde se inscriben las experiencias vividas, o sea, el tiempo, entonces, cuando el cuerpo no se encuentra, no aparece o no es visible, es como si el tiempo no hubiera pasado o no se hubiera inscripto. Algo de esto sucede en su último film. Cuando Verónica ''pierde la cabeza'' el tiempo se vuelve disruptivo, pues allí -en la cabeza- es en donde se deposita lo inscripto, o al menos, la consciencia (o inconsciencia) de lo vivido. Es por ello también que el agua, un elemento emparentado de manera metafórica con el tiempo por su posibilidad de fluir constante, cobra especial importancia en la película. El agua a veces está, a veces no. En las canillas, en la canaleta que corre paralela a la ruta y que traslada el agua del río, en las piletas (la que es descubierta enterrada en el jardín de la casa de Verónica, y la del club-hotel), en la tormenta. El agua que casualmente es la que lava o destiñe el falso rubio del cabello de Verónica, como si con la decoloración de la tintura también se escurriera su memoria.
Martel sabe, como sabían los incas, que el cuerpo lleva inscripto lo vivido, y que por eso puede dar cuenta del pasado y servir de enlace entre éste y el presente, convertirse en un virtual conector de épocas. A este ritual de ''sacrificio'' le entrega, en gran medida, su cine. Todo lo demás que pueda decirse de una compleja obra cinematográfica le cabe también a La mujer sin cabeza. La excelente dirección de actores, la ominosa y estilizada banda sonora, el amplio espectro de luz que presenta cada escena, la posición y el ángulo de cámara precisos, la equilibrada puesta en escena, todos los elementos puestos al servicio de una intensidad dramática que no se ajusta a los cánones clásicos del relato, pero que se hace sentir por vías menos convencionales.
Llullaillaco, el volcán en donde fueron encontraron los cuerpos de los niños incas, debe su nombre a una particular característica. ''Llulla'' significa en quechua ''mentira'', ''cosa engañosa'', ''aparente o falsa''. ''Llaco'' quiere decir ''agua''. Las dos palabras unidas y traducidas serían el equivalente a ''agua del engaño''. Las montañas, es bien sabido, son grandes reservorios de agua, cuanto más elevada es su altura, más importante suele ser su vertiente en la época de deshielo. El Llullaillaco, sin embargo, pese a sus más de 6.000 mts de altura no posee esta condición, ya que carece casi por completo de vertientes. El agua no está donde debería, como si el tiempo hubiera dejado de fluir, como si un cuerpo hubiera sido mutilado, como si a una mujer le faltara la cabeza.
Por Daniela Vilaboa 12.9.2008
Fuente: Artemisa Noticias/Leercine.com.ar
El tercer largometraje de la realizadora salteña Lucrecia Martel, La mujer sin cabeza, presentado recientemente en el Festival de Cannes, explora, como los films anteriores, el mismo universo de personajes atribulados. El gran dominio del lenguaje cinematográfico del que hace alarde la directora es quizás su característica más saliente y la razón por la cual se puede decir que es una de las mejores realizadoras que posee el cine nacional actual. Aquí un breve intento de análisis de algunos elementos presentes tanto en ésta como en sus otras obras.
Si se piensa que aquello que en definitiva diferencia (y por ende, legitima) la actividad de un arqueólogo de la de un profanador de tumbas es el tiempo, se podría pensar entonces que el cine de la directora salteña Lucrecia Martel es el resultado de un fino trabajo de arqueología.
Desde su prometedor corto Rey muerto en Historias Breves, pasando luego por sus largometrajes: La ciénaga y La niña santa, hasta su último film La mujer sin cabeza, Martel ha sabido elaborar su trabajo con precisión arqueológica. Ha elegido un territorio, ha delimitado su terreno y se ha lanzado a explorar un modelo de grupo humano en un momento determinado. El resultado de tamaña tarea es una obra que brilla tanto por su coherencia interna como por su capacidad para representar la variedad de matices de toda una sociedad.
En la época precolombina, la extensión de lo que hoy es la provincia de Salta formaba parte del Imperio Inca, una civilización que consideraba la naturaleza como sagrada, en particular las montañas, pues se creía que éstas eran dioses protectores de las comunidades. En sus cimas se oficiaban ceremonias religiosas en las que se sacrificaban niños, especialmente escogidos por su belleza física, en pos de estrechar los lazos entre los hombres y las deidades. En el año 1999, una expedición dirigida por un investigador norteamericano alcanzó la cumbre del volcán Llullaillaco, a 6.730 mts. sobre el nivel del mar. Allí hallaron tres tumbas con los cuerpos congelados de tres pequeños que habían sido ofrendados cinco siglos atrás y que, por las condiciones climáticas del lugar, se encontraban en perfecto estado de conservación. Junto a ellos se encontraron también cincuenta piezas que conformaban su universo en miniatura. El gobierno provincial ordenó entonces construir un museo exclusivamente destinado a dar cobijo y cuidada exhibición a los cuerpos de los que se conocen como ''Los niños del Llullaillaco''.
¿Cuál es la relación entre esta anécdota, que nos remonta a los orígenes incaicos del pueblo salteño, y el cine de Lucrecia Martel? La respuesta es tan simple como compleja: la importancia del cuerpo como reservorio del tiempo.
En las sociedades pequeñas, en donde los lazos sociales endogámicos se tensan hasta rozar lo incestuoso, el cuerpo cobra singular importancia, tanto por su materialidad como por su ausencia. En sus tres películas, Martel hace foco en esa representación corporal al exponer a sus personajes a deseos, goces y padecimientos físicos, todos imbricados de una fuerte dosis de endogamia. Una mujer que atraviesa la decadencia de su cuerpo aferrada al alcohol (en La ciénaga), una mujer divorciada y sola que comienza a padecer ciertos signos de sordera (en La niña santa), una mujer infiel (Verónica) que sufre un accidente y ''pierde la cabeza'' (en La mujer sin cabeza), más toda una gama de personajes secundarios a los que les pesa su cuerpo (una joven que intenta reprimir el deseo entregándose a la religión, una adolescente que sucumbe al erotismo lésbico pero que no puede mover su cuerpo porque padece hepatitis, etc). Esta presencia física, por momentos agobiante, tiene su correlato también cuando el cuerpo está ausente: tanto el niño que muere en La ciénaga, como el que es ''atropellado'' en La mujer sin cabeza están representados en el film por su ausencia. Martel ''sacrifica'' los cuerpos pero se abstiene de mostrarlos en un ejercicio de sublime pudor cinematográfico, casi como si de un ritual religioso se tratara. Su capacidad para dosificar esa ''mostración'' física es directamente proporcional a la que posee para manipular los materiales cinematográficos. Martel utiliza la cámara con maestría, sabe cuándo, cómo y hasta dónde iluminar un cuerpo en el plano. Su intensidad narrativa está prácticamente concentrada en ello. Por eso también puede darse cuenta cuándo prescindir de su presencia por completo o cuándo simplemente evocarlo apenas con una huella (en el comienzo de La mujer sin cabeza, en el vidrio de la ventanilla que conduce el personaje de Verónica se pueden observar las marcas de dos manos pequeñas, el indicio de que un niño pasó por allí pero ya no está).
Esta particular decisión autoral que toma Martel, de otorgarle trascendencia a los cuerpos en sus películas, está vinculada también a dar cuenta del tiempo, pues si es en el cuerpo en donde se inscriben las experiencias vividas, o sea, el tiempo, entonces, cuando el cuerpo no se encuentra, no aparece o no es visible, es como si el tiempo no hubiera pasado o no se hubiera inscripto. Algo de esto sucede en su último film. Cuando Verónica ''pierde la cabeza'' el tiempo se vuelve disruptivo, pues allí -en la cabeza- es en donde se deposita lo inscripto, o al menos, la consciencia (o inconsciencia) de lo vivido. Es por ello también que el agua, un elemento emparentado de manera metafórica con el tiempo por su posibilidad de fluir constante, cobra especial importancia en la película. El agua a veces está, a veces no. En las canillas, en la canaleta que corre paralela a la ruta y que traslada el agua del río, en las piletas (la que es descubierta enterrada en el jardín de la casa de Verónica, y la del club-hotel), en la tormenta. El agua que casualmente es la que lava o destiñe el falso rubio del cabello de Verónica, como si con la decoloración de la tintura también se escurriera su memoria.
Martel sabe, como sabían los incas, que el cuerpo lleva inscripto lo vivido, y que por eso puede dar cuenta del pasado y servir de enlace entre éste y el presente, convertirse en un virtual conector de épocas. A este ritual de ''sacrificio'' le entrega, en gran medida, su cine. Todo lo demás que pueda decirse de una compleja obra cinematográfica le cabe también a La mujer sin cabeza. La excelente dirección de actores, la ominosa y estilizada banda sonora, el amplio espectro de luz que presenta cada escena, la posición y el ángulo de cámara precisos, la equilibrada puesta en escena, todos los elementos puestos al servicio de una intensidad dramática que no se ajusta a los cánones clásicos del relato, pero que se hace sentir por vías menos convencionales.
Llullaillaco, el volcán en donde fueron encontraron los cuerpos de los niños incas, debe su nombre a una particular característica. ''Llulla'' significa en quechua ''mentira'', ''cosa engañosa'', ''aparente o falsa''. ''Llaco'' quiere decir ''agua''. Las dos palabras unidas y traducidas serían el equivalente a ''agua del engaño''. Las montañas, es bien sabido, son grandes reservorios de agua, cuanto más elevada es su altura, más importante suele ser su vertiente en la época de deshielo. El Llullaillaco, sin embargo, pese a sus más de 6.000 mts de altura no posee esta condición, ya que carece casi por completo de vertientes. El agua no está donde debería, como si el tiempo hubiera dejado de fluir, como si un cuerpo hubiera sido mutilado, como si a una mujer le faltara la cabeza.
domingo, 8 de marzo de 2009
miércoles, 18 de febrero de 2009
Bajo Juárez
Bajo Juárez, nna gran recomendación de documental mexicano:
Bordando sobre círculos concéntricos en torno al fenómeno de asesinatos contra mujeres de Ciudad Juárez, Chihuahua, este documental nos acerca a una madre que pierde a su hija y a una trabajadora de la maquila recién llagada de Veracruz, cuyo rostro representa a las mujeres vivas de Juárez. Dos periodistas expertos en el caso explican qué hay detrás del fenómeno. La violencia contra las mujeres se vive y se interpreta de manera distinta.
AÑO: 2007
DURACIÓN: 96 minutos
PRODUCTORA: Alejandra Sánchez
GUIÓN: Alejandra Sánchez, José Antonio Cordero
FOTOGRAFÍA: Erica Licea
EDICIÓN: José Antonio Cordero y Alejandra Sánchez
SONIDO: Rogelio Villanueva
MÚSICA: Tareke Ortiz
PRODUCCIÓN: CONACULTA, IMCINE, FOPROCINE, UNAM, Pepa Films.
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